"Educar en el asombro" es el título de un libro que acabo de leer y que me gustaría compartir con vosotros.
En él, su autora, Catherine L'Ecuyer, hace una reflexión acerca de cómo estamos educando a los niños hoy en día y qué es lo que estos nos reclaman.
Sinceramente, creo que la Educación Infantil debería ser una etapa con entidad propia pero en muchos casos es solo un adelanto de Primaria.
Lo esencial , lo verdaderamente importante, no está en asimilar muchos contenidos cuanto más pronto mejor. Hay que desacelerar y pararnos a ver, a saber mirar lo que nos rodea, asombrándonos de lo que vamos conociendo, lo que nos llevará a respetarlo y amarlo.
Siempre he defendido que tantos estímulos como reciben hoy en día los niños, no pueden ser buenos y que el ritmo frenético de los padres se lo acaban imponiendo a los hijos (niños con agendas llenas de actividades programadas, con poco lugar a la creatividad o a la invención).
La infancia debe ser otra cosa. Los maestros debemos estar para acompañar a nuestros alumnos en el descubrimiento del mundo, de la naturaleza, de su entorno
Pues bien, en este libro, la autora se replantea el aprendizaje como "
un viaje que nace desde el interior de la persona".
Por si queréis saber algo más del libro os dejo una sinopsis de "Educar en el asombro".
SINOPSIS
¿Cómo educar en un mundo frenético e hiperexigente?
¿Cómo conseguir que un niño, y luego un adolescente, actúe con ilusión, sea capaz de estar quieto observando con calma lo que le rodea, piense antes de actuar y esté motivado para aprender sin miedo al esfuerzo? Los niños de los últimos veinte años viven en un entorno cada vez más frenético y exigente, que por un lado ha hecho la tarea de educar más compleja, y por otro, los ha alejado de lo esencial. Vemos necesario para su futuro éxito programarlos para un sinfín de actividades que, poco a poco, les están apartando del ocio de siempre, del juego libre, de la naturaleza, del silencio, de la belleza. Su vida se ha convertido en una verdadera carrera para quemar etapas, lo que les aleja cada vez más de su propia naturaleza, de su inocencia, de sus ritmos, de su sentido del misterio. Muchos niños se están perdiendo lo mejor de la vida: descubrir el mundo, adentrarse en la realidad. Un ruido ensordecedor acalla sus preguntas, las estridentes pantallas interrumpen el aprendizaje lento de todo lo maravilloso que hay que descubrir por primera vez.